martes, 20 de marzo de 2018

No he salido de mi noche. Annie Ernaux


NO HE SALIDO DE MI NOCHE
ANNIE ERNAUX
TRADUCCIÓN: LYDIA VÁZQUEZ JIMÉNEZ
EDITORIAL CABARET VOLTAIRE
129 PÁGINAS


SINOPSIS

"Mi madre sufrió la enfermedad de alzheimer a principios de los años 80. Finalmente tuve que ingresarla en una residencia de ancianos. Siempre que volvía de mis visitas, necesitaba escribir sobre ella, sobre su cuerpo, sus palabras, el lugar donde se encontraba. No sabía que aquel periodo me conduciría hacía su muerte, en 1986."
"No he salido de mi noche" son las últimas palabras escritas por la madre de Annie Ernaux. Contienen todo el dolor de una mujer en el comienzo de su enfermedad y simbolizan el largo y doloroso trayecto que se anuncia para el enfermo de Alzheimer y su familia.
"Al hacer públicas estas páginas, las revelo tal y como fueron escritas, fruto del estupor y el trastorno que entonces sentía yo. No he querido modificar nada al transcribir aquellos momentos en que me quedaba junto a ella, fuera del tiempo, de todo pensamiento. Había dejado de ser la mujer que había conocido, que velaba por mi vida, y sin embargo, bajo ese rostro inhumano, por su voz, sus gestos, su risa, era mi madre, más que nunca."



No recuerdo las veces que me recomendaron leer a Annie Ernaux. Por tanto, "quien no oye consejo, no llega a viejo" y nunca está demás escuchar a los amigos lectores y al rugir de la naturaleza. Y digo naturaleza porque podemos elegir muchas cosas en la vida pero no podemos luchar contra la naturaleza de las cosas, las enfermedades o la huella que el paso del tiempo marca en las personas. Somos humanos y el ciclo de la vida se inicia con el nacimiento y finaliza con la muerte. Nadie se libra de la muerte, lo único que sí podemos es intentar retrasar ese momento y a veces suavizarlo, siendo siempre doloroso. No queremos perder a nadie, aunque sabemos que eso es imposible, pero tampoco es agradable sufrir.
Después de leer este librito entiendo perfectamente las recomendaciones. Me gustan las historias de mujeres, intimistas, autobiográficas y emotivas. "No he salido de mi noche" es una lectura que te agarra a la vida y no te suelta a pesar de la dolorosa fase vital que representa. Es imposible salir de ella sin nostalgia, angustia y ganas de aprovechar cada segundo. Por ello, necesito escribir la reseña enseguida, y sacar a la luz las punzantes impresiones y reflexiones que ofrece un libro tan personal. En parte me alegro, su lectura me aporta la sacudida necesaria para renacer de las cenizas y recuperar las ganas de escribir en el blog. Y es que muchas veces hago una montaña de problemas insignificantes que pueden tener solución trazando un nuevo plan o cambiando la mentalidad. Lo único que no tiene vuelta atrás es la pérdida de un ser querido.

La madre de Annie falleció en 1986, de una embolia, a los 79 años. Unos años antes a consecuencia de un accidente no volvió a ser la misma y en 1984 le diagnosticaron Alzheimer. "No he salido de mi noche" es el diario que escribía la autora al llegar a casa, pequeños párrafos para narrar el día a día junto a su madre durante el periodo que la tuvo en su casa antes del ingreso en el geriátrico. Tristes y desgarradoras impresiones sobre la degradación de su madre a consecuencia de la enfermad, que anotaba en trozos de papel, sin fechas. No es sencillo ni placentero compartir el dolor, aunque las experiencias de otros puedan ayudarnos a llevarlo mejor en una situación similar. Por eso, tras el fallecimiento de su madre no podía releer las anotaciones, le faltaba valor, y le escribió el libro "Una mujer" donde narra el relato de su vida y la relación entre ambas.

Dos años conviviendo con la demencia senil que poco a poco le roba a su madre. Esa mujer valiente y trabajadora que nada parecía pararla hasta que la degradación física y mental la despoja de razón, pensamientos y pertenencias dejando un cuerpo inerte que no responde a los estímulos. Todo lo vive y todo lo pierde entre las paredes del geriátrico donde comparte residencia con mujeres y hombres, jugando y peleándose como críos en el patio del colegio. Una modesta convivencia de cuerpos semidesnudos, olor a orín, dentaduras perdidas y pasteles pudriéndose en los cajones. Una sensación asfixiante donde la piel arrugada, la mente perdida  y los cuerpos atados a una silla, evitando accidentes mayores, enseñan la cruda realidad de los enfermos.

Ver apagar la vida de las personas queridas y el cambio en su rostro, apenas reconocible por una sonrisa o gesto es un ejercicio inquietante. Annie en algún momento dice que la prefiere loca a muerta, hasta que la situación es insostenible y desea que deje de sufrir. Aunque este es el momento que la culpa atormenta y machaca por dentro al desear la muerte de alguien. La autora no deja de comparar la vejez con la infancia. Ve como la vida toma un camino inverso y los movimientos y acciones que realiza su madre la llevan a sus recuerdos de infancia. Solo que cuando las fechorías las realiza un crío son graciosas y vistas en la vejez son un dolor punzante. En estos casos es inevitable mirar nuestro cuerpo y reflexionar sobre los cambios que otorga el camino hacía la madurez.

"No he salido de mi noche" son las últimas palabras que escribió su madre en una carta que al mes de empezarla no era capaz de terminar. Pero el título, también, hace referencia a la oscuridad que deja la muerte, ese vacío en el que nada consuela hasta encontrar la luz que nos guíe a seguir.  

"Entre mi vida y mi muerte ya solo la tengo a ella, demente".
 
Annie escribe lo que le llama la atención, no se deja llevar por la poesía, ni por la buena literatura, solo por los sentimientos. No tenía intención de compartir algo tan personal, por eso la magia de la sencillez radica en que puntada a puntada teje el tapiz de los recuerdos. Sin florituras ni adornos que mejoren el resumen diario de los encuentros con su madre en los últimos años.

"No he salido de mi noche" es un relato intimo que requiere el momento adecuado para captar la esencia de esos trazos escritos a corazón abierto. La autora se desnuda y cubre al lector con su calidez en una situación tan cercana y dolorosa como es la pérdida de un familiar. Una prueba a fuego donde no todo son virtudes, hay muchos defectos y remordimientos que pueden ponernos a prueba. No es fácil dar voz a quien la está perdiendo.